Saber relacionarse con naturalidad es clave en el mundo laboral, donde conviene aprovechar cada reunión para hacer networking y conocer a otros participantes con los que podamos colaborar profesionalmente.
Las personas tímidas suelen desaprovechar las ocasiones de networking que podrían ser altamente ventajosas para su trabajo. Rehúyen el contacto social, manifiestan sonrojos, tartamudeos, sudoración, tensión muscular, taquicardia. Además, provocan en los demás la percepción de inseguridad, introversión e incluso arrogancia. Todos estos síntomas suponen una clara inconveniencia para el desarrollo laboral.
Ser tímido es una desventaja, pero siempre que se trabaje para gestionar el problema, se encuentran soluciones.
Para ello, lo primero es entender por qué sucede, en qué situaciones se da y qué se puede hacer para superarla y si no encontramos respuestas buscamos entrenamiento en las habilidades que lo faciliten. Pero hay unas claves básicas a tener en cuenta;
La autovaloración. Ser consciente de los errores sin centrarse en ellos, valorar los puntos fuertes, no tomarse las cosas demasiado a pecho, dejar de dar vueltas a todo, pensar menos en las dificultades de uno mismo… son emociones que hay que aprender a gestionar poco a poco, con tiempo, practicando y avanzando, sin rehuir las situaciones estresantes, solos o con ayuda de un coach que acompañe en el aprendizaje.
La preparación. Hay personas que poseen un encanto natural, tienen una preciosa voz, una magnífica dicción… o incluso el aspecto de un modelo de revista. Pero si detrás de esa apariencia no hay nada, su triunfo será efímero. En todos los ámbitos de la vida, la preparación es el secreto del éxito. Lo veo a menudo en eventos, donde la cualificación profesional de los participantes potencia todavía más sus habilidades sociales. Cuando uno acude a una reunión de trabajo, debe conocer el terreno en el que se mueve, saber el nombre de los asistentes, estudiar su campo de trabajo, preparar las preguntas que puede hacer, ensayar cómo introducir su intervención…
Pedir ayuda. Si uno carece de habilidad para acceder a los demás, puede pedir ayuda a las personas conocidas y expertas en la materia. Solicitar ser presentado por alguien que sepa cómo hacerlo; es decir, no basta con dar el nombre, sino también la profesión, el cargo, la empresa a la que se pertenece, etc., algún dato que permita avanzar hacia el paso siguiente. A partir de ahí, es fácil echar mano de las preguntas previamente preparadas.
Escuchar. No solo hay que preguntar, sino también escuchar de manera activa, con interés, asintiendo, aportando, participando…, porque también es preciso hablar de las experiencias personales durante la conversación.
Cortar por lo sano si es necesario. Las personas tímidas suelen verse atrapadas en situaciones que no saben cómo cortar. Son esos casos en los que un pesado sin ningún interés monopoliza su atención durante horas. Es importante tener frases ensayadas del tipo «perdona, tengo que hacer una llamada importante a esta hora» o «disculpa, permíteme que vaya a saludar a Fulano, que le debo una respuesta».
Pero el mejor consejo para los tímidos es sonreír más. Lo decía William Shakespeare: «Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada». La sonrisa es un bálsamo milagroso para quien la contempla, pero aún más para quien la practica.