Tratar bien a los demás en época de bonanza resulta sencillo; sin embargo, el liderazgo se pone a prueba cuando la situación es tan grave como la que ahora mismo está transformando el mundo.
La forma de cuidar de nuestra gente durante la adversidad va a resultar decisiva para la pervivencia de la empresa y, sin duda, lo bien hecho será mil veces recompensado. Ahora más que nunca es cuando los líderes deben demostrar su capacidad para motivar a los trabajadores.
El mundo está dividido entre los que sufren confinamiento y los que lo van a sufrir. De la noche a la mañana, las personas que tienen la suerte de poder teletrabajar se encuentran aisladas en sus casas, en una situación de incertidumbre, frustración, ansiedad y quizá también de tristeza. El miedo queda para los que salen cada día a codearse con el virus.
Para liderar con éxito en estos tiempos de crisis es necesario querer a tu gente.
Brindar acompañamiento emocional. La comunicación no debe limitarse a asuntos laborales, sino también enviar mensajes de apoyo, interesarnos por la situación personal y familiar de cada uno, reducir su angustia, escuchar sus temores. Además, cualquiera puede enfermar o tener personas afectadas en su entorno y, en esos casos, habrá que acompañarlos más estrechamente y conocer la evolución de su estado. La cercanía es una emoción imprescindible.
Estar atentos a las necesidades. Hay personas que no tienen un buen ordenador, que su cámara es un desastre y el sonido resulta inaudible, o que poseen un terminal para toda la familia y deben turnarse a la hora de hacer los deberes, teletrabajar o relacionarse con los seres queridos. Otras veces, son individuos incapaces de manejarse con la tecnología. Es obligado conocer todas las situaciones para proveer de recursos o colaborar en la búsqueda de soluciones.
Ser tolerantes. No todo el mundo puede conectarse en el horario laboral de antes de la crisis. Ahora quizá tenga niños a su alrededor, falta de ayuda doméstica, un alto nivel de ruido, etc. Debemos considerar las limitaciones de cada uno y actuar con flexibilidad.
Ejercer la compasión. La angustia es igual para todos, pero los líderes deben ser capaces de pensar menos en sus propios problemas y más en los de sus colaboradores. Hay que apoyarlos en lo que necesiten, incluso financieramente si es posible, porque, en el futuro, todo bien hecho retornará en beneficio de la empresa. Querer a la gente, ayudarla y cuidarla es lo humanamente justo, pero también resulta una inversión.
No olvidar el sentido del humor. En estos días duros, sigue habiendo gente capaz de bromear y reírse; eso no significa frivolidad, sino una valiosa capacidad para gestionar las emociones. La risa resulta liberadora siempre, incluso en las situaciones difíciles. Como decía la filósofa María Zambrano, «vamos a ser serios del modo más alegre». Así que, aunque no seamos graciosos por naturaleza, unámonos a la alegría, a la difusión de las buenas noticias, a la evasión. Y otra cosa, procuremos que en nuestras conversaciones tengan cabida más temas que el coronavirus. Sé que vendrá un mundo mejor, porque todos habremos aprendido a ser más humanos.