Todos hemos cometido errores a lo largo de nuestra vida. A veces los superamos sin mucho esfuerzo, pero otras veces los remordimientos no nos dejan vivir en paz. Nos hundimos en la culpa por algo que hicimos, algo que sabemos que no debimos hacer. Y allí nos quedamos, atascados en un sentimiento negativo que no nos permite seguir adelante porque somos demasiado duros con nosotros mismos. Muchas veces es nuestra propia conciencia nuestro crítico más feroz. Entonces, ¿cómo podemos liberarnos de esa carga tan pesada?
Busca el perdón de los demás pero, sobre todo, tu propio perdón: tus errores se originan en malos entendidos, falta de experiencia, desconocimiento de tu propio ser o la incapacidad para entender los sentimientos de los demás. Intentar remediar la situación si es posible, ofrecer disculpas, explicar tu motivación o tratar de cambiar puede ser muy beneficioso si nos sentimos mal por lastimar a alguien. Si esa persona te perdona, fantástico, pero si no es así, recuerda que tu foco debe estar en perdonarte a ti mismo. Perdonarte no significa justificarte. Responsabilizarte por tus acciones quizás sea la forma más fácil de perdonarte a ti mismo.
Acepta que no puedes cambiar el pasado, pero sí el presente y el futuro: piensa que castigarte y dañarte a ti mismo no va a cambiar el pasado; lo hecho, hecho está. Pero ese remordimiento tiene que ver con algo que quisieras haber hecho de forma diferente. Y la oportunidad de hacerlo de forma diferente la tienes hoy. Entonces, mira ese error como un maestro que te enseñó una lección que puedes usar en tu presente y tu futuro para vivir mejor, con más conocimiento y conciencia de tus acciones. Cuando aprendes la lección, puedes liberarte de la culpa.
El hecho incuestionable es que nadie es perfecto y la vida está compuesta de errores y aciertos, defectos y virtudes, malos y buenos momentos. Si buscas inspiración y motivación para que tu recorrido por esta vida sea más ligero y feliz, las puedes encontrar en mis redes sociales @lauraposadalifecoach.